Diana Nelson

Embajadora australiana en Perú (2018 – 2021) 

Recuerdo mi primer día como embajadora en Lima. Pensé “quiero hacer algo diferente en esta etapa de mi vida”, entonces vi en la calle a unos chicos y chicas caminando sin zapatos, en sus trajes de baño, con tablas al hombro. Iban rumbo a la playa para surfear. Entonces pensé “quizá sea esto”.

El equipo de la embajada me puso en contacto con Diego Villarán de Alto Perú para iniciar las clases. Así empezó para mí un viaje increíble de aprender a surfear siempre con la meta de surfear la ola izquierda más larga del mundo, en Chicama, al norte del país.

De hecho, el surf fue mi gran aliado durante la pandemia. Luego del confinamiento más riguroso, las autoridades permitieron los deportes al aire libre. Así, con mi hijo adolescente que también estaba aprendiendo surf, podíamos desconectarnos de las circunstancias difíciles y reconectar con la naturaleza.

La gestión de esa crisis ha sido uno de los retos más grandes de mi carrera. Con el cierre de las fronteras peruanas, teníamos alrededor de mil australianos varados en el país. Además, había australianos en todos los rincones del Perú. Tuvimos que ayudarlos a trasladarse en taxis y buses privados desde los pueblos más remotos, algunos incluso sin carreteras, hasta Lima, donde se organizaron varios vuelos de repatriación, los cuales también eran muy esperados por los peruanos que se quedaron atrapados en Australia.

El trabajo del equipo de la embajada durante esos días fue admirable. Estuvimos alrededor de dos meses sin poder dormir más que algunas horas, debido al cambio de horario. El gobierno peruano fue muy profesional, especialmente la Cancillería. Sin su apoyo no hubiera sido posible.

Por eso, después de repatriar hasta el último australiano que quisiera volver a casa, el surf se convirtió en un refugio. Todavía hoy es un viaje espiritual para aprender mucho más de mí misma, y mejorar mi estado de salud física y mental. Eventualmente, con mi hijo fuimos a surfear juntos la ola más grande del mundo en Chicama.

Ese y Sarhua, en Ayacucho, son mis lugares favoritos de Perú. Tuve el privilegio de establecer un vínculo muy estrecho con una comunidad de artistas mujeres de Sarhua, que fue muy impactada por la violencia de los años 80 y 90. Desde la embajada pudimos apoyar sus iniciativas contra la violencia de género e inaugurar un museo en el pueblo para promocionar el arte y la cultura.

Ese es uno de los proyectos de los que me siento más orgullosa, junto al trabajo que hicimos con Women in Mining Perú y las iniciativas de sostenibilidad con las mineras.

Perú y Australia tenemos industrias mineras similares en tamaño. Sin embargo, en Australia el clima de opinión respalda la minería porque tenemos un modelo sostenible y podemos ver los beneficios que trae el sector al país. En este sentido, desde la embajada quisimos participar de esa conversación con las autoridades, en los medios, con las mineras, para contar nuestra experiencia y aportar en lo posible. Esto resultó en que Australia fuera el país aliado y tuviera una participación exitosa en Perumin 2022.

También tuve la oportunidad de visitar muchas minas en Perú, desde Cerro Verde hasta Las Bambas, pasando por Antamina. En cada visita conversaba con las mujeres. Me impactaron los desafíos que debían enfrentar, algunas ni siquiera tenían el apoyo de la familia para estudiar ingeniería porque “eso no era una carrera para mujeres”.

Para mí siempre ha sido muy clara la oportunidad de las mujeres en el sector minero, por eso empezamos un programa de colaboración entre Australia y Perú, enfocado en particular en el papel de mujeres en minería. Como primera embajadora australiana mujer en el Perú, sabía que esta era parte de mi responsabilidad.

Texto por Melanie Pérez Arias