Carlos Neuhaus Tudela
Ex Presidente del Comité Organizador de los Juegos Panamericanos Lima 2019
Viajé a Australia cuando nos invitaron a Jaime Reusche y a mí a los Commonwealth Games en 2018, que se celebraron en Gold Coast. Fuimos con el objetivo de aprender sobre la organización del evento de cara a nuestros Juegos Panamericanos. Fueron días intensos de recorrer todas las sedes, el backstage, los cuartos de control, la seguridad y los espacios médicos. A las olas solo las pude ver de lejos.
Recuerdo la calidez de la gente, porque nos hicieron sentir como en casa. Aunque muchos estaban muy concentrados en la ejecución, siempre había alguien disponible para atendernos. Y como uno aprende de los éxitos y los fracasos, preguntamos mucho sobre los problemas que habían tenido para no repetirlos nosotros.
Esta experiencia fue invaluable para que en los Juegos Panamericanos Lima 2019 diseñáramos un plan para lidiar con el tráfico de la capital. Aprendimos también cómo organizar la entrada a los estadios; a garantizar la seguridad y evitar aglomeraciones. Mi preocupación era hacer unos juegos impecables.
Había recibido el pedido el 26 de septiembre de 2016 y tenía que hacerlo todo para el 26 de julio de 2019. Es decir, solo tenía 2 años y 10 meses, pero no había estadios, faltaban muchas cosas. Al final, lo logramos. Fueron un éxito y me dejaron un buen recuerdo, en el que también está Australia presente. Eso siempre me alegra porque tengo grandes amigos australianos.
El embajador Crispin Conroy, por ejemplo, a quien conocí en el mar de Miraflores en un día de surf en invierno. Me lo presentó un amigo común y yo le invité un ceviche. En aquel momento yo era presidente del Club Waikiki y le dije que podía visitar el club para correr o cambiarse cuando viniera a surfear. Luego, yo le llamaba cuando visitaba Chile. Así construimos una amistad.
Tras la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia- Pacífico (Apec) en Perú, recuerdo que Crispin me preguntó por aliados para desarrollar un proyecto de apoyo a mujeres peruanas.
Él había visitado el proyecto de las hermanas australianas de San José del Sagrado Corazón en San Martín de Porres, junto al primer ministro australiano.
—Tengo un proyecto con una universidad de Estados Unidos para ayudar a mujeres microempresarias en el Perú —le respondí. Era perfecto porque ellos justo estaban interesados en hacer algo con microfinanciamientos. Ese fue el origen de un proyecto exitoso que cambió la vida de miles de mujeres peruanas.
El emblema del Proyecto Salta es un canguro y se llamó así en honor a los australianos. Ellos fueron la pieza central de un proyecto que logró capacitar a 100.000 mujeres peruanas y que reunió 7 millones de dólares de presupuesto.
La idea surgió cuando yo estaba en el consejo consultivo de la Thunderbird Global School of Management en Phoenix, Estados Unidos. Allí tuvimos la visita de unas señoras de Afganistán que fueron capacitadas para ser microempresarias. Al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) le interesó replicarlo en América Latina.
Al regresar a Lima, estuve con el gerente general de Mi Banco y le conté esa experiencia. Sumamos luego a la Australian Aid y logramos cambiarles la vida a estas mujeres. Era increíble verlas en la graduación como llegaban todas elegantes, muchas directo de la peluquería y en compañía de toda su familia. Ellas se formaron y se inspiraron gracias a esa inversión.
Por eso Australia para mí siempre ha sido sinónimo de inspiración. De hecho, nos inspiramos en el Centro de Alto Rendimiento de Surf que tienen los australianos en Gold Coast para crear nuestro centro de entrenamiento en Punta Rocas
Era un deseo gigante que finalmente se materializó entre abril y mayo de 2019, justo para los Juegos Panamericanos. Allí tenemos 10 kilómetros de costa con olas de clase mundial. Esta es una oportunidad perfecta para que sean ahora los australianos quienes vengan y podamos afianzar la relación entre ambos países. Aunque yo me muero de ganas de volver a Australia, conocer otras ciudades y correr olas allá. Siento que me están esperando.
Texto por Melanie Pérez Arias