Charles Prime

Criador de ganado ovino

Me acuerdo perfectamente de la cifra: fueron 7.463 ovinos de raza corriedale los que escogimos en aquel primer viaje a Australia con mi papá. Era noviembre de 1972 y en Perú estábamos en plena reforma agraria.

Esa vez viajamos nueve personas para escoger estos animales. Era una compra del Estado y estuvimos casi dos meses en Australia. Pasamos la Navidad en Sídney. Después parte del personal se vino por el lado de Hong Kong. Como yo había pagado mi pasaje, la señorita de la agencia de viajes me ofreció una ruta distinta: «Con el millaje que tiene, puede dar la vuelta al mundo”, dijo. Así que hice Sídney – Singapur – Bangkok – Nueva Delhi – Atenas – Roma – Barcelona – Madrid – París – Londres – Frankfurt – Nueva York y Lima. Yo tenía 23 años y ya sabía algo de ovejas gracias a mi abuelo y a mi padre.

Cuando cumplí los cinco años de edad, mi padre me llevó a una sesión de esquila para sacar la lana, me comenzó a enseñar el por qué de las cosas y yo aprendí. Por eso me llevaron a esta exposición, que me fue recontra bien y hasta me ofrecieron un trabajo para quedarme en Australia, pero dije que no porque quería ayudar a mi padre a no perder el fundo que teníamos en Puno.

La historia de ese fundo se remonta a 1924 con la llegada a Perú de mi abuelo John Stanley Prime que se fue de Inglaterra con mi abuela, después de la primera guerra mundial, porque no había trabajos. Se fueron a Canadá donde trabajaban con ganado y agricultura. Ahí nació mi padre, una hija y otro hijo. El cuarto hijo nació cuando ya estaban establecidos en Perú, luego de haber pasado una temporada corta en el norte de Chile y de allí llegar a trabajar a Puno.

Así que vengo de una familia con mucha tradición ganadera. Por eso en ese primer viaje a Australia admiramos la calidad de las ovejas australianas por su finura. También nos sentimos muy bien atendidos por los criadores originales: nos invitaban comidas, conversaban bastante con nosotros, querían saber sobre nuestra cultura ganadera porque también estaban interesados en Perú. Así recorrimos más de la mitad del continente australiano. En toda mi vida he estado cinco veces en Australia y su hospitalidad es inmejorable.

De hecho, el segundo viaje lo hice en el año 76, estábamos de luna de miel con mi señora, María del Rosario Ilustre. Aprovechamos que me habían invitado a juzgar ovejas a la exposición de Sídney, donde habían 600 ovinos de raza corriedale. Era impresionante.

Luego volví en el 85 a visitar dos de las mejores cabañas: Quamby Plains en Tasmania y Stanbury. En el 2007 que fui con mi señora y mi hijo Michael que iba por primera vez; y la última vez fue en 2018, que también fui a juzgar en el Congreso Mundial. Más agradecido no puedo estar, porque soy el único americano, desde Estados Unidos hasta la Patagonia, que ha juzgado ovinos tres veces en Australia.

Para juzgar la calidad de una oveja debe tenerse en cuenta el largo del animal; la ubicación de las patas, mientras más abiertas, mejor;  el pecho amplio; las cabezas despejadas y las orejas limpias, nada de manchas.

Eso me lo enseñó mi papá, pero yo no lo entendía muy bien, hasta que fuimos a Australia. Luego de ese primer viaje en Perú se empezó a traer cada vez más animales importados para mejorar la sangre. Esto es muy importante todavía hoy, porque si no se entra en un ciclo de consanguinidad en la cría  y los carneros pierden calidad.  Para eso también sirve el registro genealógico que creé en el departamento de Puno, en 2002.

Tengo la felicidad de haber dedicado mi vida a este rubro. Tengo 73 años y sigo criando ovejas y enseñando de esto a quien quiera. Eso también lo aprendí de los australianos que son muy abiertos con sus enseñanzas. Son honestos, colaboradores, comparten lo que saben y reconocen a sus pares como han hecho conmigo desde hace más de 50 años.

Texto por Melanie Pérez Arias