![](https://60yearsaustraliaperu.com/wp-content/themes/sixtyaustralia/assets/icon-menu.png)
Danny Nugkuag
Representante de AIDESEP. Especialista de la Dirección General de Derechos de los Pueblos Indígenas en el Ministerio de Cultura
En Australia todos los actos protocolares empiezan con un reconocimiento expreso a sus pueblos aborígenes, donde se les reconoce como dueños originarios de esa tierra. Como miembro de una comunidad indígena de la selva amazónica peruana, me emocioné al presenciar esta manifestación de respeto.
Estuve en Australia por 15 días en 2012 gracias a una invitación del gobierno australiano a diferentes organizaciones indígenas nacionales.
En ese momento estaba trabajando dentro del área de tierra, territorio y actividades extractivas en la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), una organización nacional de pueblos indígenas amazónicos. Trabajamos los conflictos y las demandas de las comunidades indígenas frente a las actividades extractivas (petróleo, gas y, en menor escala, el tema de la minería).
Quienes viajamos en esa oportunidad teníamos diferentes miradas: desde el lado estatal y también desde la visión de los pueblos indígenas. En mi caso, soy del pueblo indígena awajún, de la provincia de Condorcanqui, de Amazonas y pude compartir con representantes de ministerios de Perú, Ecuador y Bolivia.
La agenda fue muy intensa. Recorrimos Brisbane, Queensland y Mount Isa. Tuve la experiencia de recorrer empresas mineras y escuchar la voz de pueblos aborígenes de Australia, cómo han convivido con la minería.
Muchas veces se rechaza de entrada el tema extractivo o minero, pero lo que escuchábamos de los pueblos aborígenes australianos era cómo habían sido sus procesos de consulta previa y cómo generaban su economía al brindar servicios a la actividad minera.
Eso me impresionó porque para ser proveedor dentro de la actividad minera deben reunir condiciones previas. Eso significa que las comunidades indígenas tuvieron que organizarse, capacitarse, adquirir habilidades, cometer errores, superarlos y fortalecerse.
Muchos tenían que profesionalizarse para crecer en determinado rubro. Otros ya tenían sus sedes en ciudades, compraban bienes inmuebles, se apoyaban en la tecnología a través de las generaciones más jóvenes. Es decir, crecían sin abandonar su cultura. Este es un modelo mucho más sostenible que el asistencial, y me gustó comprobar que funciona.
Por supuesto que esto ocurría a partir de la confianza construida por empresas mineras responsables, con altos estándares de calidad ambiental y compromiso social que, además, responden a las normativas estatales. Recuerdo que en ese momento me decía “¿quién no quisiera tener una actividad minera que se trabaje de esta manera?”. No se trataba de rechazar a la minería, sino de exigir una minería responsable.
Al trabajar en temas de conflictos sociales sé que estos no terminan. Se apagan momentáneamente, pero es como un incendio forestal: si no se atienden las causas, en cualquier momento se puede volver a encender.
Algo que me gustó aprender en el viaje es que Australia no escapa de los conflictos. Hay situaciones críticas, como en todas partes, pero las poblaciones tienen herramientas para manejarlos. En este sentido me quedé con la lección de profesionalizar a una generación de jóvenes. Esto puede tomar diez, quince, veinte años hasta que tengan las herramientas para que sean ellos quienes puedan tomar las decisiones de sus comunidades, pero definitivamente ese es el camino.
Texto por Melanie Pérez Arias