David Brereton

Investigador y Consultor en minería sostenible

He estado en Perú muchas veces. La primera vez fue como turista, en 2008, cuando hice algunas conexiones con la industria minera local. Pero mi primer viaje de trabajo fue en 2011 cuando me invitaron a una serie de presentaciones y reuniones sobre minería y pueblos indígenas. Fuimos a San Diego y a La Paz, en Bolivia, mientras que la tercera parte del viaje fue en Lima, Perú. Allí nos atendió el entonces embajador, John Woods.

La actual embajadora Maree Ringland tuvo un gran papel para que ese viaje se pudiera dar. Mantuvimos varias reuniones con personas de la industria minera y del gobierno peruano, sobre las políticas que ha adoptado Australia para gestionar las relaciones entre las empresas mineras y los aborígenes.

Mi siguiente conexión fue en 2013 cuando el gobierno australiano creó un programa llamado Centro Internacional de Minería para el Desarrollo (IMDC, por sus siglas en inglés). Era un programa bastante grande y su objetivo era ayudar a crear capacidades en los gobiernos y la sociedad civil de economías emergentes. El programa funcionaba en Asia, estaba presente en África, y creamos un programa sobre pueblos indígenas y desarrollo minero para América Latina.

De este modo organizamos un viaje de estudios a Australia con participantes de Bolivia, Ecuador y Perú. A ese viaje asistieron algunas personas del gobierno y representantes de las comunidades indígenas peruanas. Los llevamos a zonas mineras en Australia. Tuvimos sesiones en Canberra y también en Brisbane. La segunda parte de ese viaje era de una semana en Lima, así que volví a la ciudad. Fue un programa importante para comprender cómo abordan los distintos países las cuestiones relacionadas con los pueblos indígenas y la minería.

La siguiente vez que estuve en Perú fue en 2014. En esa oportunidad mi viaje tuvo la finalidad de crear un centro de investigación en torno a temas de minería y sostenibilidad. No pasó nada en ese momento, pero luego, en 2017, pasé seis meses en Perú para ayudar a crear el Centro de Estudios sobre Minería y Sostenibilidad de la Universidad del Pacífico.

Por otro lado, en 2016, trabajé en una iniciativa financiada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que consistía en redactar una visión minera para el Perú. Fui el consultor principal. La iniciativa consistió en reunir a las empresas mineras para esbozar su visión de la minería para el Perú. Abordamos cuestiones sobre el papel de la minería como agente para el desarrollo social.

Algunos de los temas que identificamos en esa visión eran críticos en torno a la insatisfacción de la gente, particularmente en los Andes, sobre la necesidad de demostrar los beneficios de la minería para el desarrollo. Parte de ese trabajo se retomó más tarde.

En cada una de las ocasiones que visité el Perú, la embajada de Australia siempre me mostró todo su apoyo para establecer contactos, networking y organización de foros.

Durante esas experiencias aprendí mucho sobre Perú. Siempre me sentí bastante humilde porque es un país complejo donde hay mucho por aprender. Primero, porque es una de las principales economías mineras del mundo; y luego porque la mayoría de las minas están situadas en zonas bastante remotas con una historia de conflictos sociales. Para un investigador como yo, es muy interesante conocer el terreno de primera mano, tener una comprensión más amplia del fenómeno y los retos de la industria.

Además, entablé relaciones personales muy estrechas con estudiantes de doctorado, colegas de profesión, amigos íntimos, y algunas personas que trabajan en el sector a las que aprecio mucho. Extraño las conversaciones que tuve con gente interesante e inteligente. Echo de menos salir de nuevo al campo, estar en algunos de estos lugares, ver dónde están las minas y cómo son las comunidades allí.

Texto por Melanie Pérez Arias