John Woods y Gay Woods
Embajador de Australia en Perú (2010 – 2014) y Cónsul Honoraria del Perú en Melbourne Australia (2017-2018)
La embajada australiana en Perú había sido cerrada en 1986, pero el gobierno australiano decidió que debíamos reabrirla y mi esposa Gay y yo tuvimos la suerte de ser escogidos para esta tarea en la que encontramos tanta ayuda y disposición, en particular del personal existente en el consulado general, todos nuestros colegas -cada uno- en la nueva embajada, y nuestros anfitriones peruanos, siempre pendientes de en qué podían ayudar.
Al llegar estábamos absolutamente deslumbrados por la diversidad geográfica, arqueológica e histórica de Perú. Nos dimos cuenta de que teníamos unos cuantos años para trabajar duro, pero también disfrutar de este fabuloso país.
Además, vivimos cómo la conversión de un consulado general en embajada te da la oportunidad de desarrollar nuevos vínculos políticos, culturales y educativos. También tuvimos la suerte de contar en ese momento con un nuevo programa de ayuda, bastante pequeño pero importante, con el que llevamos adelante, por ejemplo, el proyecto SALTA de educación y alfabetización financiera para mujeres empresarias[1]. Sin una embajada no hubiéramos podido hacerlo. Eso nos pareció especialmente gratificante y beneficioso.
Fue muy positivo trabajar con nuestros homólogos peruanos para animar a las empresas australianas a ver las oportunidades en Perú, así como seguir la labor de aquellas que ya habían entrado en el país. Una de las inversiones más importantes en la industria del cobre en Perú fue la mina Las Bambas; otras como el proyecto La Granja de Río Tinto; y muchas empresas de servicios mineros como Ausenco, que vieron la oportunidad de establecerse en la economía peruana.
Por esa época también empezaron las negociaciones de la Asociación Transpacífica que al cabo de varios años derivó en el importante Tratado de Libre Comercio Australia-Perú PAFTA, que sigue impulsando definitivamente los vínculos comerciales entre los dos países.
Quiero reconocer especialmente la labor del embajador peruano, Claudio de la Puente, durante todo el proceso de restablecimiento de la embajada australiana en Lima. Él y su familia nos ayudaron enormemente desde el principio y continuaron haciéndolo durante toda nuestra estancia. Además, mucho antes de que se tomara la decisión de reabrir la embajada él trabajó muy duro desde Canberra para impulsar la decisión mientras yo lo hacía desde el Ministerio de Asuntos Exteriores.
En 2013 tuvimos la oportunidad de celebrar ese esfuerzo a propósito de los 50 años de relaciones diplomáticas entre Perú y Australia, cuando llevamos a Lima a la Compañía de Danza de Sídney y el Perú organizó una maravillosa exposición en la Galería Nacional de Australia titulada Oro en los incas. Ambos eventos fueron memorables.
Desde el punto de vista personal vivimos años maravillosos en Perú. Nuestros hijos ya eran adultos, pero nos iban a visitar con sus amigos, también iban familiares, encantados por todo lo que les contábamos sobre el país. Juntos recorrimos costa, sierra y selva. Viajamos al norte, conduciendo por toda la costa. Llegamos a Caral, a El Señor de Sipán. Pudimos ver algunos de los grandes tesoros arqueológicos de Perú, que son extraordinarios. Por supuesto, nos encantó Arequipa, Cusco y Machu Pichu. Fuimos a Iquitos, subimos por el Amazonas. ¡Fue una época muy emocionante!
Perú fue nuestro último destino después de 40 años de vida diplomática y no podríamos pedir mejor cierre. Los peruanos fueron tan acogedores y encantadores con nosotros. Guardamos un cariño especial por todos nuestros colegas de la embajada; el personal de la residencia, Hugo y Samuel, que nos tenían tanta paciencia con el idioma; Juan Carlos nuestro profesor de español; Andrés, quien luego se mudó a Australia y ahora vemos con frecuencia; a la comunidad peruana en general y a nuestros amigos de esa comunidad con los que todavía mantenemos contacto.
Una de las grandes lecciones que aprendimos fue lo constructivo que era no solo hacer negocios con nuestros homólogos peruanos, sino la facilidad con la que los peruanos hacen amigos. Nos dimos cuenta de lo cálidos, alentadores y agradables que eran nuestros anfitriones peruanos, de lo bien que responden a la forma en que los australianos hacíamos las cosas y de lo mucho que tenemos en común con Perú. Por eso nuestra palabra favorita en español es: ¡Gracias!
[1] Se trató de un programa de formación para pequeñas empresarias que se beneficiarían de una mayor comprensión del sistema financiero y de financiación. El programa se llevó a cabo en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo, Goldman Sachs y el Instituto Thunderbird. Y proporcionó formación financiera a unas 100.000 mujeres de todo Perú
Texto por Melanie Pérez Arias