Liliana Mayo, Jerson Pajuelo y Luis Alonso Rodríguez

Liliana Mayo es fundadora y directora ejecutiva del Centro Ann Sullivan del Perú-CASP. Jerson Pajuelo y Luis Alonso Rodríguez son alumnos de CASP

Jerson Pajuelo todavía se acuerda de su amiga Esther Tolmos. “Me enseñó a hacer salchipapas y arroz chaufa. Ahora los preparo en mi casa”, dice. Jerson es uno de los más de 250 alumnos que han pasado por “La cocina de Esther” en el Centro Ann Sullivan del Perú, una institución dedicada a preparar a las personas con habilidades diferentes, y a sus familias, para desarrollar su potencial en sus comunidades. 

Esther Tolmos vivió en Perú durante cuatro años acompañando la misión diplomática de su esposo, el embajador australiano Nick Mccaffrey. Durante ese tiempo se involucró como voluntaria en el Centro Ann Sullivan promoviendo el  programa Kitchen Garden. Una iniciativa para enseñar a los alumnos a cultivar alimentos nutritivos y cocinarlos. Pero había un problema, no tenían un espacio apropiado para preparar los alimentos. Así nació “La cocina de Esther”.

Se encontró un espacio ideal dentro del Centro. Un salón largo que era demasiado pequeño para dar clases pero demasiado grande para ser una oficina: tenía las dimensiones perfectas para una cocina. “La embajada de Australia se encargó de todo, desde la remodelación del espacio hasta la dotación de electrodomésticos e implementos”, explica la Dra. Liliana Mayo fundadora del Centro que funciona en San Miguel, Lima, desde 1979. 

Hoy en día, las clases de cultivo y cocina son parte de la rutina de todos los alumnos del Centro Ann Sullivan, que atiende a personas con diagnóstico de autismo, síndrome de Down, parálisis cerebral, deficiencia cognitiva, entre otros.

“Nuestro objetivo es preparar a los alumnos para la vida. Buscamos su independencia. Que puedan hacer solos lo que cualquier otra persona hace. Por eso la idea es brindarles una experiencia real que luego puedan practicar en casa. Los chicos aprenden a plantar, cosechar, usar la cocina; picar con los mismos utensilios que tienen en casa; cuidarse del fuego; dejar todo limpio; y combinar los ingredientes para comer saludable”, explica Mayo.  

En la entrada del salón de cocina hay una pequeña placa conmemorativa en honor a Esther Tolmos. “Venía siempre puntual, con la mejor actitud. Involucró a sus hijos, a sus amigos, a los empleados de la embajada. Era una mujer de mucho empuje y sensibilidad humana. Fue muy duro cuando el embajador McCaffrey terminó su período en Perú, porque todos la íbamos a extrañar mucho”, recuerda Mayo. 

Pero luego de ocho años, el proyecto permanece y abrió la puerta a dos iniciativas más con las representantes australianas por venir. En el período de la embajadora Diana Nelson se puso en marcha un programa nacional de capacitación para las familias de personas con habilidades especiales, a través de videoconferencias.

“Capacitamos a 2.160 padres de chicos con habilidades diferentes, para que pudieran enseñar a sus hijos desde cepillarse los dientes, vestirse solos, tender la cama hasta el manejo de las emociones dentro de la familia. Esto lo hicimos a nivel nacional, en 23 ciudades”, cuenta Mayo.

Luego, los facilitadores de Ann Sullivan eligieron a 60 familias que recibían un seguimiento adicional por videollamada. Fue un proyecto muy ambicioso, financiado por la embajada, que involucró coordinaciones regionales y acceso a tecnología, y que cambió las dinámicas de cientos de familias donde los niños ahora son más independientes, productivos y felices. 

“La gratitud es la memoria del corazón”, dice Liliana Mayo. Por eso, en cada videoconferencia estaba la bandera de Australia en una esquina de la pantalla. “Los padres están muy agradecidos y reconocen la labor del gobierno australiano en hacerlo posible”. 

Esa misma gratitud la demuestra Luis Alonso Rodríguez, alumno de Ann Sullivan desde los cinco años, quien luego de terminar la carrera de Traducción e Interpretación en la Universidad Ricardo Palma, hizo sus prácticas profesionales en la embajada de Australia, gracias al programa impulsado por la embajadora Maree Ringland. 

“Me encargaba de las traducciones de las noticias y los comunicados. Todos en la embajada me trataron muy bien. Me llamaron colega desde el primer día. Eso me hizo sentir que yo era importante para ellos. Hablaba con todo el staff y me interesaba por las relaciones entre Perú y Australia.”, dice Luis Alonso.

Para Liliana Mayo, la de Australia es la embajada de las personas con habilidades diferentes. “No sé si otra embajada en Perú tiene un programa de prácticas profesionales para personas con habilidades diferentes, pero la embajada de Australia le dio esa oportunidad a Luis Alonso y eso ha dado esperanza a toda la familia del Centro Ann Sullivan. Han hecho tres proyectos que han marcado una diferencia en la vida de nuestros alumnos y de sus familias. Es una embajada con corazón”.

Texto por Melanie Pérez Arias