Luis Guzmán

Propietario de Warike 

Warike empezó así, de la nada. 

Estábamos confinados por la pandemia cuando empecé a ver videos de chef peruanos en YouTube. Hacía platos, les tomaba fotos y las subía a mis redes sociales. Los amigos preguntaban “¿cuándo invitas?”. Yo sabía algo de cocina, porque antes de mudarme a Australia aprendí a cocinar los platos que me gustaban para poder comerlos acá. Todo esto gracias a mi madre que me enseñó a hacer mis platos favoritos, ya que ella era una muy buena cocinera. 

Cuando empezaron a flexibilizarse un poco las medidas, invitamos a amigos a casa para compartir la comida. Ellos también tomaban fotos y las ponían en sus redes. Luego los amigos de ellos querían probar y se fue corriendo la voz. Nosotros vivíamos en un apartamento pequeño y estábamos sin trabajo debido a que las restricciones seguían fuertes y mi lugar de trabajo estaba inactivo, así que luego de discutir con mi novia Valeriya, decidimos hacer invitaciones a conocidos y empezamos a cobrar un monto que cubriera los costos de los insumos para invitar a más personas. 

Le pusimos Warike porque era literal un departamento en el cuarto piso. Además, todo empezó como bromeando, nunca pensábamos que sería algo más grande que eso y ahora tenemos un restaurante. ¡Es increíble!

Después de un tiempo cocinando los domingos para estos grupos, mi primo Marco habló con su jefe y me ofrecieron usar el restaurante de ellos los domingos, para hacer un pop-up bajo la misma dinámica pero en un sitio más cómodo. La idea también era aprender un poco más sobre cómo manejar un restaurante y ver si en realidad me gustaba, porque era un gran compromiso.

Hicimos los pop-up hasta mediados de 2021. Siempre los domingos y con música peruana tradicional en vivo, explicando los platos y el origen de los ingredientes, para ofrecer una experiencia más cultural. Eso lo hicimos durante un año, a la par de nuestros trabajos formales, pero venía cada vez más gente y siempre estaba lleno. 

Como nos gustaba el servicio y ver que la gente disfrutaba la comida, decidimos ver locales  para nuestro propio restaurante, pero este es un negocio que necesita mucho dinero. Conseguimos un inversionista con el que llegamos a un acuerdo pero a última hora cambió de opinión, cuando ya teníamos el contrato del local firmado. Así que pedimos dinero prestado en todas partes. 

Pasamos varios meses arreglando el espacio y sacando las licencias, hasta que el 1 de abril de 2022 abrimos Warike. Casi todo el trabajo lo hicimos nosotros a mano, con la ayuda de familiares y amigos cercanos. También formamos un gran equipo con un chef extraordinario a la cabeza, Héctor, que con el tiempo se convirtió en familia y socio en el negocio.

Cuando miro hacia atrás y veo todo el sacrificio de mi madre para enviarme a Australia, me siento agradecido y orgulloso. Soy de La Victoria, Lima. En aquel tiempo tenía 20 años y no estaba haciendo nada con mi vida. Mi mamá era madre soltera y no tenía los medios para pagarme una educación superior, pero estaba preocupada por mi y sin decirme nada me sacó los papeles para que viniera a estudiar inglés a Australia. “Te vas. Tus tíos te van a recibir”, me dijo. 

Mis tíos nos apoyaron mucho. Llegué a su casa, renové la visa por otros seis meses para seguir estudiando inglés, estudié en el TAFE, un instituto de carreras técnicas, pero ya con el inglés pude conseguir un trabajo en Timezone, un centro de entretenimiento, como Coney Park. Empecé detrás del counter, atendiendo y vendiendo las tarjetas. Poco a poco fui aprendiendo hasta llegar a ser manager de una región. Ahora uso ese conocimiento para dedicarme 100% a mi restaurante. 

Me siento muy orgulloso de mis orígenes, de mi historia y de mi cultura. De hecho, uno de los aspectos que hace distinto a Warike es nuestro empeño en difundir la música afroperuana y andina. Mi papá es instructor de una academia de música afroperuana donde yo aprendí cajón y zapateo. Aquí en Australia también me he encontrado con músicos peruanos con los que me hice muy amigo a través de la música, ya que yo también era músico en Perú, que ahora tocan en el restaurante. 

Me gusta y me hace sentir contento y satisfecho brindar a mucha gente la oportunidad de probar nuestra comida, aprender de nuestra cultura y pasar un buen rato. Disfruto mucho ver sus reacciones cuando prueban el primer bocado. Ese fue un factor muy importante para arriesgarnos a abrir el restaurante. Mi novia y yo sentimos que sería bonito hacer algo importante, que dejara una huella, no solo para nosotros, sino para la gente que sale del local diciendo: “ahora tengo que ir a Perú”. 

Hace un par de semanas acabamos de abrir otro restaurante peruano en Sidney llamado Folklore, que promueve la cocina chifa y Nikkei. Un paso más para seguir difundiendo nuestra comida y cultura.

Texto por Melanie Pérez Arias