Naomi Mapstone
Periodista. Corresponsal en Latinoamérica de The Financial Times
Mi sueño era ir a América Latina como corresponsal extranjera. Llegué con la esperanza de escribir grandes reportajes acerca de los importantes cambios sociales y económicos en la región. Durante mi estancia en Perú cubrí muchos de los avances en infraestructuras, así como en la minería y negocios. También escribí artículos sobre la cocina peruana que estaba en auge a nivel mundial.
Escribí un reportaje amplio sobre lo que estaba ocurriendo con la comida peruana y cómo el mundo se estaba enamorando de ella. Fue portada de la revista Financial Times Weekend y tuvo bastante relevancia en aquel momento, provocando todo tipo de cobertura mundial sobre los chefs locales y lo que estaba sucediendo con la comida. Hoy en día la comida peruana es reconocida globalmente pero cuando llegué, eso estaba comenzando.
Yo había sido crítica gastronómica antes de venir a Perú. Y creo que la razón por la que estaba tan interesada en escribir sobre la comida es porque era una fuerza unificadora en un país tan dividido. Hice una historia sobre la escuela de cocina de Gastón Acurio donde los cocineros locales recibían entrenamientos de chefs de clase mundial como Ferrán Adriá y otra historia sobre el festival Mistura.
Para mí, Perú es uno de esos países en los que, como México, la India o Italia, se tiene una perspectiva histórica regional muy profunda. Hay mucha diferencia en la comida de las diferentes regiones de Perú. Es fascinante. Es uno de esos países en los que podrías pasarte la vida comiendo, porque hay mucho por descubrir.
Tuve a mis dos hijos en Perú, he estado comiendo comida peruana y hablando español todos estos años desde que me fui del país, así que de cierto modo sigo muy vinculada a su cultura.
Además me dio buenos recuerdos profesionales: entrevisté a la mayoría de los presidentes de la región andina en el tiempo que estuve allí. Recuerdo especialmente la entrevista con el expresidente Alan García en 2010. No fue una entrevista fácil porque la hice en español y aunque no era intimidante ni me sentí nerviosa, sí tenía un gran carisma, era un hombre inteligente y culto.
Realmente aprendí español en el trabajo, pero tuve muchos momentos embarazosos en conferencias de prensa y entrevistas. Recuerdo especialmente la que hice a la reconocida arqueóloga Ruth Shady, que descubrió Caral al norte de Lima. Yo tenía dos semanas de haber llegado al país y con mi español insuficiente le pregunté algo completamente inapropiado pero que en mi cabeza sonaba muy coherente.
En retrospectiva, pienso que debía de estar completamente loca al pensar que podía aterrizar en Perú y aprender español en tres meses y ya está, como si fuera cualquier cosa. Pasó mucho tiempo antes de que pudiera hablarlo con fluidez. Entender una sociedad como la peruana es el trabajo de toda una vida.
Sí, fue una experiencia increíble vivir en Latinoamérica. No sólo estuve en Perú, pasé mucho tiempo en Bolivia, Colombia y Ecuador. Entrevisté a otros presidentes de la región y conocí personajes increíbles como un minero que dejaba pequeñas pepitas de oro como propina al camarero.
Además, los australianos no cargamos con el bagaje de la política exterior estadounidense o de ser una cultura global dominante. Eso nos abre mas puertas. A mi me llevó, entre otros lugares, a compartir con escritores, historiadores y políticos peruanos en una especie de salón atrapado en el tiempo donde los camareros usaban guantes largos y yo era la única mujer.
Esas experiencias y el hecho de que mis hijos hablen un español perfecto con acento peruano para decir cosas como ‘porfis, mami’ o “poquititito” son de lo que más atesoro del Perú.
Texto por Melanie Pérez Arias