Neil Lazarow

Investigador y especialista en temas de agua de The Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation

Tengo dos historias de Perú: una sobre el surf y otra sobre el agua, son muy diferentes.

La historia del agua se inició gracias a mi trabajo con la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO). Fuimos invitados por el gobierno peruano y Southern Peru Copper Company (SPCC), gracias a la experiencia de Australia en la gestión de la seguridad hídrica, en particular la escasez de agua. También por la experiencia del CSIRO trabajando con la industria minera y el sector del agua. Participamos en una conversación en Perú, en la región de Tacna, para desarrollar un plan de gestión de la sequía. Eso fue en 2014. Un trabajo complicado que culminó cinco años después en el primer plan de gestión de sequías de la historia de Perú que entregamos a la Autoridad Nacional del Agua. Esto fue algo realmente grande para el país y para nosotros, que solo fue posible gracias al conocimiento y dedicación de mi colega, el ingeniero José Nicolás de Pierola Canales de SPCC.

La segunda historia trata del surf. Además de surfista, soy experto en esa locura llamada economía del surf o «surf-onomics». Durante muchos años trabajé en el ámbito de la gestión de los recursos naturales y me centré en la gestión costera en Australia.

Cuando hice mi doctorado, una de las cosas que más me interesó fue cómo gestionamos recursos o activos que tienen un valor elevado, pero que no se negocian en el mercado. Por ejemplo, una hermosa vista o un parque nacional no se pueden comprar o vender, pero son muy valiosos porque te elevan espiritualmente. Te dan energía. Sin ellos, seríamos más pobres como sociedad. Ese es el caso del surf.

Así que empecé a investigar y acabé haciendo muchos estudios económicos sobre cómo poner precio al surf. En realidad, coger la ola en casi todo el mundo es gratis si tienes acceso a la playa. Pero compras una tabla de surf, un traje de neopreno, tienes que pagar el estacionamiento. Puede que compres una hamburguesa, que pagues alojamiento, carro de alquiler, combustible, etc. Por lo tanto, si nos fijamos en estos valores indirectos, podemos obtener una estimación del valor que alguien pagó o estaría dispuesto a pagar la próxima vez que vaya a surfear. Esos valores indirectos mueven la economía, pero no siempre las comunidades y los gobiernos lo tienen claro.

Parte de mi trabajo se extendió en América Latina. Tuve algunos estudios de caso en Chile y también pasé algún tiempo en Argentina. Cuando empecé a venir a Perú para trabajar con el agua, de alguna manera se supo que tenía esta experiencia con la economía del surf y empezaron conversaciones con comunidades y gobiernos.

Tuve la oportunidad de ir a Huanchaco, Trujillo. Compartí con la comunidad y, por supuesto, fuimos a surfear. Un pescador local nos intentó enseñar a surfear en el caballito de totora, sin éxito, pero fue muy divertido. Un viaje realmente muy especial porque nos invitó a su casa y nos contó la historia de su familia y su relación con el mar.

Durante unos años, seguí volviendo a Huanchaco porque es un lugar hermoso para surfear. Me relacioné con la comunidad y me invitaron a hablar con ellos sobre las oportunidades de mejorar las condiciones de las playas de esa región y también a trabajar con el gobierno. Compartí mi experiencia en Australia y dije “creo que estas cosas podrían ser relevantes en Perú”. Por supuesto, eso despertó mucho interés.

Tuve una serie de conversaciones similares en Lima en torno a la Costa Verde, la cuales fueron auspiciadas por dos embajadores anteriores: Nick McCaffrey y Crispin Conroy. Crispin también es surfista e inició esta relación de diplomacia deportiva del surf entre Perú y Australia; además era amigo del presidente de la Asociación Peruana de Surf, Carlos Neuhaus con quien organizamos un evento en Lima.

Aunque estas conversaciones no derivaron en un proyecto concreto sí me siento muy satisfecho de los avances que tuvimos en la educación sobre temas tan importantes como la mejora de las playas, la democratización de los accesos al surf y cómo sacar el máximo provecho de las costas para impulsar las economías locales. Además, por supuesto, de mi trabajo formal.

Texto por Melanie Pérez Arias