Tammy Gordon

Cónsul honoraria de Australia en Cusco. Co-owner de Cicciolina.

¡Amo Australia! Pero siempre sentí que había algo más allá, tenía que llenar mi alma.

Soy una chica de Melbourne. Crecí en las montañas. Hija única de padres migrantes sudafricanos, nací en Sudáfrica y llegué a Australia con tres años. Trabajé en hoteles y restaurantes en el extremo norte del continente y en Melbourne. Siempre viajando y con amigos. Pero cuando terminé mis estudios de diseño acumulé experiencias con gente talentosa en el rubro de restaurantes en Australia, sentí que necesitaba algo que estallara en mi cara, un poco más de vida. Desafíos. En ese momento no tenía idea de que iba a pasar mis siguientes veinticinco años en Perú, pero, de algún modo, lo deseaba.

Tomé mi mochila. Mis padres creyeron que me iría a África, pero puse rumbo a Latinoamérica. Solía trabajar medio tiempo en un lugar increíble llamado Nature Company, ahí veía fotos de paisajes, la geografía, las personas. No sé cómo explicarlo, pero sentía que me parecía a la gente de aquí.

Así que estuve viajando por Sudamérica, me quedé Bolivia por tres meses, luego fui al lago Titicaca y de ahí tomé el bus nocturno a Cusco. Llegamos a la Plaza de Armas al amanecer. Abrí la cortina y al ver el cielo azul eléctrico dije: “Este es el lugar. Aquí es donde voy a vivir”.

Nunca había visto un cielo así en mi vida.

Seguí viajando, pero cerraba los ojos y veía a Cusco. Una cosa de locos. Como si mi destino me dijera “ven”. Después de un año viajando, regresé. Han pasado 26 años, y tengo toda una vida aquí.

 

En ese tiempo Cusco era un lugar de mochileros, con muchas oportunidades en el turismo. Yo había trabajado en muy buenos lugares de hospitalidad en Australia, me gustó mucho, no necesitaba demasiado capital para empezar así que me dije “puedo hacerlo” y con 23 años abrí mi primer negocio: un bar con vinos, piqueos y buen servicio. Nada lujoso, pero bien hecho. Se llamaba Los Perros. Cinco años después, Cusco comenzó a cambiar, y abrimos Cicciolina Tapas Bar & Restaurante. Éramos 4, mi esposo, un argentino y un limeño  que eran los chefs, y yo.

Encontrar al staff que nos acompañó por años fue mágico. Cusco era muy pequeño y se regó la voz de que yo estaba abriendo un restaurante. En ese tiempo no había escuelas de cocina, ni de hostelería, pero había mucho por hacer en Cusco y mucha gente que sabía cocinar. Estaban las señoras de los mercados o los cocineros del Inca Rail.

Al día siguiente estaban todos en el patio de lo que sería el restaurante. La pregunta era quién era ideal para la cocina de Cicciolina. Todos sabían cómo trabajar fuerte, pero quién podría adaptarse a nuestra cocina, a nuevos ingredientes, nuevas formas y métodos para cocinar.

—Vamos a buscar a las señoras con las trenzas más impecables. —les dije a mis socios, antes de las entrevistas— Las que tienen el pelo brillante y hermoso, porque se nota que están orgullosas de sí mismas y se levantan temprano para arreglarse y ser puntuales y a los cocineros del Camino Inca que no tienen miedo del trabajo.

Cicciolina va a cumplir 20 años y hay algunas de esas personas todavía con nosotros.

Cuando abrimos había solo un par de hoteles de cinco estrellas y pocos vuelos por las mañanas desde Lima. Eso era todo. Ahora hay casi 20 vuelos al día. Aunque sé que tenemos problemas por resolver, todos en el turismo de Cusco tienen que estar orgullosos de lo que se ha conseguido.

No soy de las que cree que en el pasado las cosas eran mejores. Al revés. Confío en el futuro, me entusiasma y esa es una forma de ser muy australiana: trabajar duro con una buena actitud. Porque es la única forma que conocemos de hacer las cosas, así crecemos. Creo que por eso es un país tan increíble.

Por eso ha sido un honor convertirme en Cónsul Honoraria de Australia en Cusco. Fue algo que ocurrió de manera muy natural porque, lógicamente, cuando un australiano necesitaba resolver algo acá venían al restaurante buscando ayuda.

Hoy en día, después de tantos años aquí sigo despertándome de madrugada para ir a correr. Hasta en eso Cusco ha sido generoso conmigo. Entreno a 3.500 metros de altura, así que cuando bajo al nivel del mar para correr algún maratón, como el de Nueva York, es pan comido. Estas montañas, su clima, su gente, me llenan de fuerza. Australia es mi origen, pero hace muchos años algo me dijo que yo pertenecía aquí, a este cielo y no me equivoqué.

Texto por Melanie Pérez Arias