Tim Hoskin
Especialista en gas y petróleo
Viajé a Lima por trabajo para reunirme con colegas de la industria del petróleo y el gas en 2006. Ahí empezó mi experiencia en términos profesionales. Pero antes había ido a surfear en 2002 y 2005. Estuve en Talara y Lobitos, Máncora, Chicama, Pacasmayo. Con otro amigo australiano conocimos las olas de todo el norte del Perú. Así que cuando me tocó venir por trabajo ya estaba familiarizado.
Yo era director comercial y participé en el equipo de desarrollo empresarial de una empresa australiana. Luego, pasé a ser director general para Sudamérica y era responsable de las operaciones en Brasil y Perú. A partir de entonces venía cuatro o cinco veces por año. En ocasiones pasaba dos o tres meses viviendo en Perú. Ese fue el ritmo de visitas hasta la pandemia.
Aprendí a entender la cultura empresarial, lo buena que era la comida, lo fantástica que era la mano de obra peruana. Teníamos un equipo muy fuerte, con profesionales de muy alta calidad. Todos hablaban inglés y español con fluidez. Me di cuenta de que el equipo peruano se ponía la camiseta de la empresa, por lo que fue un placer ser gerente de un equipo tan fantástico.
Viajé mucho al norte para hacer talleres comunitarios. También viajé a San Lorenzo en Datem del Marañon, a Tarapoto y a la cuenca amazónica, para realizar talleres y analizar el acceso logístico para nuestras próximas actividades. Recuerdo con cariño especial la belleza natural y la gente.
Como parte del proceso de concesión de licencias medioambientales yo tenía que realizar talleres comunitarios con la población. Pero yo no hablaba casi nada de español. Tenía un discurso preparado en español con un terrible acento australiano. Hablé leyendo un trozo de papel y, obviamente, todos tenían cara de ¿qué está diciendo esta persona con ese gracioso acento australiano? Estaba muy nervioso y me sudaban las manos.
Pero estos pescadores, que en principio estaban disgustados por las actividades de exploración, se me acercaron y me invitaron a su casa para un ceviche. A partir de ese momento tuvimos muchas interacciones con las comunidades locales del norte y sin importar el resultado de la reunión al final te invitaban a sus casas para un ceviche y una cerveza. Fue una experiencia muy positiva construir una relación más allá del idioma, pero gracias a la filosofía de tratar a todos por igual y con respeto.
Otro recuerdo especial que tengo de Perú incluye a mi padre que también surfea. En 2012 fuimos juntos a correr Chicama. Luego a Pacasmayo, que está 50 kilómetros al norte y es la segunda ola más larga del mundo. Ambas rompen a la izquierda. Es algo impresionante. Para un surfista, Chicama es como el Gran Cañón. Es una gran marejada, pero es una ola constante que rompe a lo largo de tres o cuatro kilómetros, lo que es muy raro. En Brasil las olas rompen a 50 o 60 metros. En Australia puede haber olas que rompen a doscientos o trescientos metros, pero Chicama rompe dos, tres y hasta cuatro kilómetros. Es realmente increíble de ver y, obviamente, de surfear. Fue muy especial compartirlo con mi padre.
Para mí es como estar en casa, porque el oeste del continente australiano es muy seco, como un desierto, similar al norte de Perú. Allí están los destinos de surf más famosos de Australia. Y también es, irónicamente, muy famoso por la minería de petróleo y gas y otras industrias de recursos naturales similares al caso peruano, lo cual refuerza la teoría de la conexión ancestral entre ambos países. Mi plan es volver pronto a Perú por trabajo y, por supuesto, por el surf.
Texto por Melanie Pérez Arias